La principal causa de la úlcera gastroduodenal es la infección por Helicobacter pylori, que afecta aproximadamente al 40% de la población, siendo una de las infecciones humanas más prevalentes.
Por ello, en el Día Mundial de la Salud, la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD), avaló la campaña de sensibilización de Ferrer, que puso de manifiesto la importancia de la identificación de sus síntomas, las pruebas diagnósticas existentes y la visita al médico especialista cuando sea necesario.
La infección se suele producir en la infancia, siendo menos frecuente en adultos. Las posibles vías de contagio pueden ser por vía fecal-oral o bien oral-oral, principalmente dentro del ámbito familiar, padres-hijos o entre hermanos.
Según el Dr. Blas José Gómez Rodríguez, experto de la Fundación Española del Aparato Digestivo: “La infección por Helicobacter pylori además de ser la principal causa de la úlcera gastroduodenal y sus complicaciones, también se conoce por su papel patogénico en el desarrollo del cáncer gástrico y el linfoma MALT gástrico. A veces los síntomas no son tan intensos y solo se manifiesta como molestias gástricas y malas digestiones, lo que se conoce como dispepsia, que mejora en numerosas ocasiones tratando la infección por esta bacteria. Aunque la infección raramente se resuelve espontáneamente y suele persistir durante toda la vida, solo provoca síntomas en un porcentaje pequeño que oscila entre el 10 y el 25% de los infectados”.
La gastritis crónica o duodenitis crónica producida por la infección por la bacteria Helicobacter pylori es, en la mayoría de los casos, asintomática y puede asociarse o empeorar los síntomas de dispepsia, como dolor o molestia en la parte media-alta del abdomen tras las comidas, distensión abdominal y pesadez postingesta, náuseas, etc.
Tan solo algunas personas desarrollan complicaciones como las úlceras gástricas o duodenales, y no todas tienen síntomas, pero en el caso de tenerlos, los más frecuentes son:
- Dolor o molestia en la parte alta y central del abdomen (bajo en esternón)
- Distensión
- Saciedad precoz
- Falta de apetito
- Náuseas y vómitos
- Oscurecimiento de las heces pudiendo llegar a ser negras como el alquitrán
De forma menos frecuente, otros pacientes pueden llegar a desarrollar gastritis crónica, porque se pueden producir cambios en el revestimiento o capa interna del estómago, o en casos muy excepcionales el cáncer de estómago.
¿Cuál es su diagnóstico?
Existen diferentes pruebas para poder diagnosticar la presencia de la infección por Helicobacter pylori, pero se ha de tener en cuenta que previo a la realización del test de diagnóstico se debe suspender la ingesta de omeprazol y derivados durante los 14 días previos y durante 4 semanas antes del test en el caso de los antibióticos.
Existen diferentes pruebas diagnósticas eficaces que el médico especialista valora:
- Test del aliento con urea marcada con carbono 13. Consiste en la toma de una pastilla de urea que contiene carbono 13, la cual se descompone en el organismo pasando a la sangre y de ahí a los pulmones, lo que permite analizar el aire expulsado con el aliento y saber si el test es positivo en Helicobacter pylori o no.
- Determinación del antígeno de Helicobacter pylori en heces. Consiste en buscar en las heces del paciente la presencia del antígeno del Helicobacter pylori.
- Test serológico. Consiste en la determinación en sangre de la presencia de anticuerpos frente al Helicobacter pylori.
- Test invasivo (biopsias durante la endoscopia digestiva alta) es posible determinar la presencia del Helicobacter pylori tomando una pequeña muestra del tejido gástrico y realizando un test de ureasa, que es un test parecido al del aliento, en el que se pone en contacto la muestra de tejido con un medio que contiene urea marcada. En caso de tener la infección, el pylori descompondrá la urea y el medio tomará un color determinado que indica su presencia. También es posible analizar la presencia del Helicobacter pylori directamente al microscopio al examinar las biopsias de tejido gástrico con tinciones histoquímicas e incluso con técnicas más específicas como la inmunohistoquímica, si bien esta última no es de uso frecuente.