No hay duda de que los seis primeros meses de la vida de un niño son los más importantes, y en los que el crecimiento es más rápido. Por eso, hay que tener en cuenta que, en esta etapa, las necesidades nutritivas solo las cubre completamente la leche materna.
De hecho, la lactancia materna tiene una serie de ventajas para el niño, pero también para la madre. Para el primero de ellos, es la única leche que se ajusta a sus necesidades y su composición cambia según estas. Además, no está contaminada, aporta defensas contra las infecciones y disminuye las enfermedades alérgicas.
Para la madre, la leche materna favorece el retorno del útero a su tamaño normal, disminuye el exceso de grasas que acumula durante el embarazo, favorece la unión afectiva madre-hijo y retrasa la vuelta de la menstruación. También es más cómoda y económica.
Lo cierto es que la lactancia es un proceso natural, pero precisa de un aprendizaje por parte del niño y de la madre. Una de las técnicas más utilizas y eficaces para realizar correctamente el procedimiento consiste en que la madre debe colocarse lo más cómoda y relajada posible y hablarle al niño para calmarlo.
Se tiene que sentar en una silla con la espalda pegada al respaldo y un taburete a los pies y colocar el niño frente a su pecho. Todo el cuerpo debe estar en contacto con la madre y su nariz al mismo nivel que el pecho, el cuello y la cabeza no deben estar torcidos ni flexionados.
Nunca se debe forzar al niño a coger el pecho, sino que se tiene que aprovechar los reflejos que de forma natural tiene, como rozarle suavemente la mejilla con el pecho. Hay que tener en cuenta que una buena colocación mejora la lactancia y evita las grietas.
Además, si los pechos están muy llenos, puede ser conveniente realizar extracción manual de una pequeña cantidad antes de la toma. También es conveniente dejar al niño eructar en medio y al final de la toma y mantener una buena higiene corporal y de manos.
Los niños no tienen que comer un horario rígido, pero hay que ponerlo en el pecho con frecuencia, generalmente, de 10 a 15 minutos. Muchos niños toman cada 3 o 4 horas, pero no se debe imponer.
Lo normal es que todas las madres tengan leche suficiente y el niño se desarrolle bien. No obstante, la única guía segura para saber si le llega lo que toma es el bienestar del niño y el control de peso. Es importante no interrumpir la lactancia sin consultar al pediatra previamente.
En cuanto a la dieta de la madre, debe ser equilibrada y variada. No será necesario ningún aporte extraordinario de líquidos ni alimentos, ni tomar bebidas alcohólicas o fumar.
La naturaleza creó una leche especial para cada especie de animales de mamíferos, por eso la leche materna en el alimento natural de un hijo. No obstante, si por alguna razón no se le puede dar lactancia materna, se deben utilizar las llamadas leches adaptadas, de fórmula o de farmacia, que son leches modificadas industrialmente.
Esta leche debe darse, como mínimo, hasta los 12 meses y no deben introducirse otro tipo de alimentos hasta los 4-6 meses.
El biberón se debe preparar añadiendo un cacito de polvo rasado con un cuchillo. Por cada 30 c. c. de agua hervida previamente durante un minuto. Después, se pone primero el agua en el biberón y, a continuación, el polvo, agitándolo bien para que no queden grumos.
Se ofrece el biberón al niño, estando semisentado en el regazo de la madre. Esto es importante porque nunca se le debe dar cuando el niño esté acostado, boca arriba o en la cuna. Además, hay que mantener al niño en posición erguida para facilitar el eructo.
Es recomendable tirar los restos de leche sobrante después de cada toma, enjuagar y limpiar el biberón con una escobilla y esterilizar botellas y tetinas hirviéndolas en agua durante 20 minutos.