Salud Mental
Ansiedad e inflamación: ¿existe una relación?
La ansiedad es normal. De hecho, la mayoría de las personas la sienten de vez en cuando. No obstante, las personas que sufren un trastorno de ansiedad, sí que la viven de una forma más frecuente, intensa y persistente.
En este tipo de casos, la ansiedad es difícil de controlar e, incluso, puede interferir en la vida diaria de las personas. En este sentido, existe una gran variedad de trastornos de ansiedad, como el trastorno de ansiedad generalizada (TAG), el trastorno de ansiedad por separación y el trastorno de estrés postraumático (TEPT). Lo cierto es que algunas personas experimentan más de una forma de trastorno de ansiedad al mismo tiempo.
Los científicos todavía desconocen las causas precisas de la ansiedad, pero algunos factores probables incluyen hiperactividad en ciertas partes del cerebro, desequilibrio de neurotransmisores, genética, trauma, rasgos de personalidad, dolor crónico y abuso de sustancias.
Incluso antes de la pandemia provocada por la Covid-19, la ansiedad parecía estar aumentando. Por eso, se hace preciso conocer cómo y por qué surgen este tipo de trastornos y, precisamente, algunos científicos están investigando el papel que puede tener en ello la inflamación.
¿Qué es la inflamación?
La inflamación es una reacción natural y beneficiosa a estímulos dañinos, como irritantes o patógenos. Así, se trata de una respuesta protectora que ayuda al cuerpo a deshacerse de los estímulos ofensivos y a proteger el cuerpo. Sin embargo, si la inflamación persiste, puede llegar a dañar las células y los tejidos para los que está diseñada.
La inflamación también ocurre en el cerebro y, aunque parte de esa inflamación puede ser protectora, los investigadores están interesados en saber si la inflamación crónica podría influir en el desarrollo de trastornos mentales.
¿Hay un vínculo entre la inflamación y la ansiedad?
Los trastornos de ansiedad se caracterizan por una angustia mental. Sin embargo, también pueden estar asociados con un mayor riesgo de enfermedad coronaria, aterosclerosis y trastornos metabólicos.
De hecho, debido a que estas afecciones involucran inflamación sistémica y a que la depresión va, a menudo, de la mano con la ansiedad, algunos científicos se preguntan si la inflamación podría, por tanto, jugar un papel en los trastornos de ansiedad.
En un último estudio, los científicos se centraron en evaluar una variedad de marcados de inflamación y coagulación en 853 participantes. Asimismo, también pidieron a estos que completaran un cuestionario de 40 preguntas o apartados para evaluar qué tan ansiosos se sentían en ese momento y, en términos generales, qué tan ansiosos estaban en la vida.
Entre otros hallazgos, el estudio mostró que las puntuaciones más altas de ansiedad se asociaron con niveles más altos de PCR, IL-6 y TNF-alfa en los hombres, y niveles más altos de PCR e IL-6 en las mujeres.
Aunque el estudio fue pequeño, los autores concluyeron que los pacientes con TEPT mostraban un estado proinflamatorio sistémico de grado bajo que, además, estaba relacionado con los niveles de síntomas del TEPT. Es decir, el TEPT estaba asociado con un aumento de IL-6, TNF-alfa y otros marcadores de inflamación.
Por otra parte, otro estudio encontró una conexión entre los marcadores inflamatorios y la ansiedad, aunque este se centró en las mujeres que viven con diabetes tipo 2 y ansiedad fóbica. De hecho, los altos niveles de ansiedad fóbica se asociaron a un aumento de los niveles de leptina y marcadores inflamatorios.
La leptina es una hormona que ayuda a regular el apetito y, por tanto, la ingesta calórica, pero los científicos creen que también influye en la inflamación crónica.
No obstante, cabe destacar que descubrir que las personas con ansiedad tienen más probabilidades de experimentar inflamación no muestra que la inflamación cause o aumente el riesgo de ansiedad.