Nuestro cerebro es como plastilina, es flexible y cambia. Tenemos mucho que aprender de él y de esta característica que llamamos “Neuroplasticidad”. Este concepto nos indica que las neuronas de nuestro cerebro, tienen la capacidad de cambiar, usando diferentes mecanismos:
Neurogénesis: Hace unos años, se pensaba que el cerebro humano adulto, era incapaz de crear nuevas neuronas, de modo que cuando las neuronas morían, no era sustituidas por otras nuevas. Esta manera de ver nuestro cerebro, era rígida y nos hundía en una mentalidad de escasez. Estas actitudes se trasladaban a nuestra manera de ver la vida, lo que impedía que pudiéramos adaptarnos a los cambios con facilidad.
Sin embargo, los estudios más recientes nos indican que la creación de nuevas neuronas es algo que ocurre toda nuestra vida, incluso en la vejez. Y más allá, se ha observado que incluso los pacientes con demencia, siguen creando nuevas neuronas.
Redes neuronales: La actividad cerebral se produce de manera global en todo el cerebro, de modo que la activación de cierta zona, lleva asociada la actividad de otras áreas cerebrales.
Para que esta comunicación sea más rápida, las neuronas tienden a agruparse en redes neuronales que propagan la información más rápidamente. Cuanto más repetimos una conducta o más veces reaccionamos de determinada manera a una situación o emoción, más fuertes se hacen esas redes, consolidando su conexión.
Ahora sabemos que estas redes neuronales no son estáticas y que pueden cambiar. Cuando introducimos una nueva conducta o hábito, cuando empezamos a regular nuestras emociones o cuando rompemos un patrón de conducta antiguo, las redes neuronales cambian, estableciéndose otro tipo de conexiones y cambiando nuestra vida no solo a nivel emocional, sino también a nivel físico.
Por esta razón, Ramón y Cajal dijo: “Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”.
Y creo que no hay nada más bonito que poder cambiar nuestro cerebro desde dentro y que ese cambio sea visible fuera.
Pensamientos, emociones y el cerebro
Los pensamientos son energía que liberamos por medio de frases o diálogos mentales coherentes. Es habitual que estos pensamientos surjan sin que seamos del todo conscientes, actuando en un segundo plano, de modo que una red de neuronas se activa y se comunica con otras redes vecinas, comunicando así lo que deberá hacer nuestro cuerpo a través de señales químicas y hormonales.
De este modo, un pensamiento, algo que solo existe en nuestra mente, que ha creado nuestra conciencia, es capaz de modificar cómo funciona todo nuestro cuerpo.
Llevo muchos años investigando sobre la mente humana y tratando mentes humanas en mi día a día, pero aún me sorprende el poder de lo invisible.
Porque en mi trabajo como psicóloga, me doy cuenta de cómo un olor puede desencadenar un recuerdo del pasado, lo que me indica que se ha producido una conexión entre el olor y un recuerdo. Y así soy capaz de comprender cómo funcionan las redes neuronales.
También asisto en mi profesión, a cambios espectaculares cuando reinterpretamos una situación o pensamiento. Porque con esa nueva manera de ver las cosas, mis pacientes están haciendo magia, están re-agrupando su cerebro, lo están modificando desde dentro.
Y creo que este es el gran super poder de los seres humanos. Tan solo queda comprender y creer fielmente en nuestra capacidad para cambiar, para dejar de sufrir, para superar traumas pasados que ya han cumplido su función.
Neuroplasticidad y resiliencia
La neuroplasticidad nos habla del poder que tenemos los seres humanos para modificar las funciones y estructuras cerebrales al modificar las redes neuronales.
Nuestro cerebro es flexible y por eso somos resilientes, capaces de adaptarnos a todos los cambios que llegan a nosotros.
Durante la pandemia por Covid-19, comprendí mejor la resiliencia, porque me di cuenta de cómo los seres humanos nos adaptamos rápido a los cambios.
Entre mis pacientes, alrededor del 70-80%, están teniendo dificultades para volver a la vida social tras los confinamientos y tras tener que evitar las multitudes.
Este síntoma lo vivían muchos de ellos desde la incomprensión y el sufrimiento de no encajar en quienes eran antes de la pandemia.
Pero cuando les explicaba que era un signo normal porque quería decir que se habían adaptado rápidamente a las consecuencias de la pandemia, lo comprendieron mejor y dejaron de sentirse mal. Porque socializar requiere un esfuerzo importante, especialmente cuando es en lugares donde hay mucho ruido o estimulación.
Y nuestro cerebro se había acostumbrado durante un año o año y medio, a calma, silencio y tranquilidad. Por eso les indicaba que tuvieran paciencia y no se sobre-expusieran a la vida social, porque para volver a socializar como querían, debían ir poco a poco, equilibrando el tiempo que pasaban socializando y el tiempo que pasaban a solas y en calma, recargando su energía.
Y es que los humanos somos impacientes, lo queremos todo rápido. Pero hay ciertos procesos que requieren calma para ir acostumbrando poco a poco a nuestro cerebro a ciertos hábitos que hacíamos en el pasado.
Si tu cerebro puede modificar sus redes neuronales, si puede crear nuevas neuronas… imagina lo que puedes hacer tú cuando enfocas tu energía en lo que deseas.
Y de paso, recuerda que las neuronas no solo viven en tu cerebro… también están presentes en tu corazón e intestino. Por eso, imagina las miles de posibilidades que hay para ti.
Porque eres fuerte y flexible. Porque eres resiliente.
Eres resiliente por tu fortaleza emocional y por tu neuroplasticidad