Psicología
¿Qué son las cartas OH?
Una de las técnicas proyectivas que más han sorprendido a nivel terapéutico en los últimos años, en el ámbito de la psicoterapia son las cartas OH, tanto a nivel de desarrollo personal como profesional.
En general, estas técnicas, como L.K. Frank o Alan Bellack, entre otros grandes autores, las han relacionado con lo “proyectivo”, haciendo referencia a algunas corrientes teóricas del método psicoanalítico.
El sustrato teórico de estas técnicas es el de las teorías dinámicas de la personalidad, y son herramientas que los terapeutas usan para indagar en nuestras emociones, deseos o necesidades y darles una interpretación lo más adecuada posible a nuestra realidad presente.
Estas técnicas son utilizadas sobre todo a partir de nuestro material no consciente a través de la proyección, utilizando símbolos y metáforas que poco a poco van integrándose en nuestro aquí y ahora, es decir, en el presente.
La utilidad de las técnicas proyectivas, es que pueden ser adaptadas a todo tipo de personas, edades e inteligencia de cada persona o grupo, y nos sirve para identificar las dificultades que presenta una persona a la hora de asimilar experiencias y poder planificar su intervención de manera específica, pudiéndose aplicar no solo en psicoterapia, sino también en contextos educativos o recursos humanos en el ámbito organizacional.
Historia de las cartas OH
Las primeras cartas OH fueron creadas por Ely Raman en 1975 como un intento de llevar el arte al público en general, pero no fue hasta 1983 cuando el psicólogo alemán Moritz Egetmeyer las conoció, e intuyó en un taller de desarrollo personal su utilidad como herramienta terapéutica, para facilitar que sus pacientes pudieran exteriorizar su verdadero «yo» y sus auténticos sentimientos.
Aunque no están limitadas a ningún enfoque teórico concreto, entre las teorías en las que se basa OH, destaca el psicoanálisis y la terapia Gestalt. También se apoya en otros conceptos, como los del pediatra, psiquiatra y psicoanalista Donald Winnicott sobre el juego, o el principio de oposición causalidad-sincronicidad del psiquiatra y psicólogo Carl Gustav Jung.
¿Qué NO son las cartas OH?
Las cartas OH no son juegos de cartas al uso y no tienen nada que ver con el Tarot ni con el mundo esotérico. No se ganan ni pierden puntos y tampoco son juegos estratégicos. Como excelente técnica proyectiva no existen significados determinados, sino que cada individuo interpreta sus propias cartas en función del momento vital por el que esté atravesando.
Entonces, ¿qué son?
Podemos decir que las cartas OH son pequeñas obras de arte que funcionan como libros sin escribir, que nos llevan a la interpretación y a la expresión, donde el participante puede ser observador y a la vez protagonista, director y guionista o el héroe de su propia historia.
Así que las cartas OH se convierten en una potente herramienta creativa de comunicación, para ayudar al paciente a acceder a lo que subyace a nuestra realidad, constantemente “bombardeada” de estímulos de todo tipo, llegando a actuar sobre conflictos emocionales que hasta ese momento la persona desconocía y pudiendo mejorar en poco tiempo en muchas áreas de su personalidad, incluyendo enfermedades psicosomáticas que quizá desconocía hasta ese momento.
Las cartas OH contienen un módulo principal de 88 imágenes y otro módulo complementario de 88 palabras, pero existen otros títulos de cartas OH, también con uno o varios módulos, que pueden ser utilizados de forma individual o conjuntamente, para trabajar temas más específicos; como el título Cope orientado a eventos traumáticos, Resilio orientado a la resiliencia y el estrés o Tandoo para trabajar las dinámicas de pareja o con víctimas de maltrato.
Beneficios de las cartas OH
Las cartas se llaman OH porque la exclamación «¡oh!» es muy frecuente debido al asombro que causan los constructos palabra-imagen en el transcurso de la sesión con la persona, jóvenes y adultos, adquiriendo esta, a través de las diferentes sesiones con las cartas, un mejor conocimiento de sí mismo, una mayor comprensión y una mayor capacidad para gestionar sus propias emociones, que con la ayuda de la persona terapeuta-facilitadora.