Un pequeño rival, el SARS-Cov-2, de tan solo 120 nanómetros y unos 10 genes, ha logrado poner en jaque al mundo entero y a nuestro sistema inmune (SI).
Este complejo sistema está de forma continua en alerta. Trabaja las 24 horas del día, asegurando que ningún extraño invada nuestro organismo, pero también actúa para detectar una célula cancerosa o para tolerar lo propio, los alimentos que ingerimos o las baterías que componen lo que conocemos como microbiota o flora intestinal.
El mayor órgano inmunitario que tenemos es el intestino. En él se encuentra el 65% del tejido inmunitario y más del 80% de las células que producen inmunoglobulinas. Muchas de las enfermedades crónicas consideradas pandemias mundiales, como pueden ser la diabetes tipo 2 o la obesidad, están relacionadas con nuestro estilo de vida. El mantener un peso adecuado, el estrés o el tabaco, son factores que pueden fomentar o afectar a nuestro sistema de defensas.
¿Qué es la inmunonutrición?
Es una rama dentro de la nutrición que estudia los mecanismos por los cuales determinados nutrientes o componentes bioactivos presentes en los alimentos, interactúan e influyen sobre el funcionamiento y modulación de nuestra inmunidad. A esta disciplina se la conoce también como la Nutrición y las cuatro “Íes”, por la relación entre los nutrientes y el sistema inmune, la infección, la inflamación, el daño tisular que se produce en el organismo
Aunque el papel de la nutrición sobre la inmunidad se conoce desde la antigüedad, ha sido necesario el desarrollo de esta disciplina, para poder confirmar la importancia que tiene una adecuada ingesta de alimentos y su relación en la modulación de la respuesta inmune.
Déficit nutricional y sus repercusiones sobre el sistema inmune
Podemos considerar el déficit de algún nutriente, como la primera de las causas por la cual el organismo pierde su capacidad de modular de forma apropiada la respuesta inmune, pudiéndose alterar diferentes facetas de la respuesta.
- En la dieta se encuentran determinados cofactores que son imprescindibles para una correcta función de muchas de las células del SI.
- Un adecuado aporte de nutrientes va a lograr que las barreras corporales, que son la primera línea de defensa frente al agente invasor, pueda estar sin alteraciones.
- Una malnutrición calórica y proteica puede generar una atrofia de los tejidos linfoides.
Nutrientes y sistema inmune
El concepto de nutrición como el aporte de calorías, macronutrientes y micronutrientes para mantener las funciones del organismo resulta ya un concepto obsoleto. Los nutrientes presentes en los alimentos, además de aportar energía, participan en la reparación de tejidos y regulan procesos metabólicos, presentan otros componentes que permiten un óptimo funcionamiento del organismo y del sistema inmune. Como ya hemos señalado, una desnutrición calórica o proteica junto con déficits de vitaminas y/o minerales, pueden estar relacionados con una respuesta inmune inapropiada.
Por tanto, el primer aspecto que debemos de tener en consideración para un adecuado y óptimo funcionamiento del sistema inmune comienza por cuidar nuestra alimentación.
Vitamina D
Las dos fuentes principales para poder obtener esta vitamina son la dieta (responsable de un 10 %) y la luz solar (el 90% de la vitamina D que tenemos en el organismo se sintetiza a través de nuestra piel). Esta forma endógena de producción se ve influenciada por factores medioambientales y genéticos.
Aunque esta vitamina es más conocida por su participación en la homeostasis del calcio y del fósforo, ejerce también un efecto inmunomudulador en la respuesta inmune.
- Uno de estos efectos lo ejerce sobre la respuesta inmune adquirida (en enfermedades autoinmunes como pueden ser la esclerosis múltiple o la diabetes tipo 1).
- Incrementa la capacidad de monocitos y macrófagos de fagocitosis.
- Papel destacado también en evitar el desarrollo de enfermedades autoinmunes.
Vitamina E
Antioxidante más importante al proteger a las membranas del daño oxidativo causado por los radicales libres. Un déficit de esta vitamina se ha asociado a alteraciones de la respuesta inmune (humoral, inmunidad celular y actividad fagocitaria). Efectos de esta vitamina:
- Incremento de la producción de anticuerpos.
- Aumento de la actividad fagocítica.
- Aumenta el número de leucocitos
- La suplementación mejora la actividad de las células NK.
Las principales fuentes donde podemos encontrar son:
- Frutos secos: nueces, avellanas, almendras.
- Aceites vegetales: girasol u oliva.
- Germen de trigo.
- Cereales integrales.
- Huevo: en la yema.
- Pescado azul.
- Verduras de hoja verde.
Ácidos grasos
Los ácidos grasos omega-3 y omega-6 son ácidos grasos poliinsaturados. Deben de ser consumidos en la dieta al ser el organismo incapaz de producirlos; siendo considerados por este motivo ácidos grasos esenciales. Cuando los ingerimos en la dieta, estos ácidos grasos se incorporan formando parte de las membranas celulares. En los últimos años la ingesta de omega-6 se ha incrementado, mientras que la ingesta de omega-3 se ha visto reducida.
Los ácidos grasos omega 3 ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA), juegan un papel destacado en la respuesta inflamatoria que se desencadena en el organismo cuando se produce una infección provocada por un patógeno. Los ácidos grasos omega 3 participan en la producción de sustancias antiinflamatorias, mientras que el omega 6 participa en la síntesis de sustancias proinflamatorias. Dietas donde se fomente el consumo elevado de omega 6 frente a una ingesta baja de omega 3, son dietas que van a promover procesos inflamatorios.
Fuentes de omega 3:
- Pescado: arenque, boquerón, salmón, caballa, sardina, atún o bacalao.
- Marisco: langostino, ostras, centollo.
- Algas marinas.
- Semillas: linaza, lino, calabaza, chía.
- Aguacate.
Fuentes de omega 6:
- Soja
- Maíz
- Carne y embutido.
- Semillas: aceite de cártamo, girasol, soja.
Lo importante en la dieta no es la cantidad de cada uno de ellos que ingerimos, lo realmente significativo para la salud, es el equilibrio entre la cantidad que ingerimos de cada uno de ellos. Si la cantidad de omega-6 se encuentre muy por encima de la cantidad de omega-3, es cuando ocurren desequilibrios en la ingesta que desencadenan una respuesta inflamatoria inadecuada, excesiva y anómala.