Nutrición y Dietética
¿En qué consiste la inmunonutrición?
La inmunonutrición es una rama de la nutrición que estudia los procesos mediante los cuales los nutrientes esenciales y otros componentes bioactivos e ingredientes de la dieta interactúan entre sí, y su repercusión sobre el funcionamiento del sistema inmunitario.
En este sentido, tiene en cuenta el papel macronutrientes, micronutrientes, y compuestos bioactivos, en la modulación del sistema inmunológico, tanto en entornos clínicos, como sobre la población general, actuando para reducir o retrasar la aparición de enfermedades crónicas mediadas por el sistema inmune.
A medida que se van comprendiendo mejor los mecanismos mediante los cuales interaccionan los nutrientes, los compuestos bioactivos y la microbiota sobre la función inmune y en la salud en general, el presente y el futuro de la nutrición está cada vez más personalizada.
Objetivo del tratamiento inmunonutricional
El objetivo principal de un tratamiento inmunonutricional es mejorar la respuesta del sistema inmunitario reduciendo, controlando o eliminando los síntomas a través de una nutrición equilibrada en energía, nutrientes, y compuestos bioactivos, adaptada a cada persona y situación.
Como no solo somos lo que comemos, además de la dieta, existen otros factores que influyen en la función inmunitaria y se tienen en cuenta en el tratamiento nutricional dirigido al sistema inmune: la edad (la competencia del sistema inmunitario y la microbiota experimentan variaciones a lo largo de la vida, disminuyendo al envejecer), el sexo (embarazo, menopausia etc.), la genética (polimorfismos que condicionan la respuesta inmune), el índice de masa corporal (por ejemplo un IMC>30 está relacionado con disbiosis), la historia dietética y los hábitos alimenticios, el estado de hidratación, la práctica de actividad física, las enfermedades crónicas e infecciosas, historial de infecciones y vacunas, el estrés, la ingesta de medicamentos, etc.
La importancia de la microbiota en el sistema inmunitario
El sistema inmunitario no solo nos protege de patógenos externos, sino que también interviene en procesos de autotolerancia, de tolerancia a nutrientes, a otros componentes de los alimentos no perjudiciales y frente la microbiota intestinal, que colabora simbióticamente en la defensa inespecífica. El sistema inmunitario modula la activación y magnitud de la respuesta del sistema inmune (una respuesta excesiva o mantenida en el tiempo puede tener consecuencias muy negativas, e incluso fatales para el organismo).
Para realizar todas estas funciones, el sistema inmunitario cuenta con una gran variedad de células y moléculas altamente especializadas situadas en el tejido linfoide asociado al intestino (GALT), ya que los alimentos que ingerimos son uno de los principales puntos de entrada para potenciales patógenos. El intestino es también el órgano que alberga el mayor de neuronas fuera del cerebro (alrededor de 100 millones), y tiene un ecosistema propio: la microbiota intestinal.
Este conjunto, conocido como eje microbiota-intestino- cerebro interactúa a través de los sistemas inmune, neuroendocrino y neuronal comunicando bidireccionalmente intestino y cerebro, como han demostrado recientemente los estudios clínicos realizados.
Actualmente se ha establecido una relación directa entre el microbioma (conjunto de genes en la microbiota) y alteraciones metabólicas e inmunológicas, como la obesidad, la diabetes tipo II, el síndrome metabólico o enfermedades cardiovasculares. Con relación a estas patologías, parece ser que es la composición del alimento y la respuesta del sistema inmune innato, tienen una influencia importante en el desarrollo y la gravedad de estas enfermedades.
Las alteraciones en la composición de la microbiota (disbiosis), repercutirán en una mayor o menor eficacia para digerir los alimentos de la dieta y extraer calorías de la misma, así como en la distribución de grasa e inflamación del tejido intestinal y adiposo.
¿Puede la inmunonutrición prevenir una enfermedad?
La malnutrición bien sea por exceso o por defecto, así como las alteraciones en el sistema inmunitario, pueden afectar a la resistencia a agentes infecciosos y a la respuesta inmune aumentando el riesgo de infección.
En un contexto de salud, una nutrición adecuada no puede prevenir que nos infecte un patógeno (virus o bacteria) o que padezcamos una enfermedad autoinmune, pero sí puede hacer más efectiva la respuesta de nuestro organismo y disminuir el tiempo de recuperación.
Una dieta desequilibrada puede conducir a un estado de «sobrealimentación», que puede provocar una “inflamación sistémica crónica y leve”, relacionada con enfermedades crónicas (obesidad, el síndrome metabólico, y la diabetes tipo 2), según muestran los numerosos estudios realizados sobre estas enfermedades. La inflamación provocada por “sobreactivación” de las células inmunes y los adipocitos provoca una ligera y constante elevación en biomarcadores como los leucocitos, proteínas de “fase aguda”, citoquinas, quimioquinas, moléculas solubles de adhesión celular, mediadores protrómbicos, etc.
La modulación de la inflamación en estos casos se verá favorecida por una intervención en la cantidad y calidad de la dieta, como por ejemplo incrementando el aporte ciertos nutrientes como las grasas omega-3, al tiempo que se reduce la ingesta de otras grasas.
Por otra parte, la “suplementación” inadecuada o excesiva también puede tener consecuencias no deseables sobre la inmunidad, como ocurre por ejemplo con el hierro; en las cantidades adecuadas es esencial para la inmunidad celular dependiente de células T y la actividad leucocitaria, pero una suplementación excesiva favorece la multiplicación y la supervivencia de virus y bacterias infecciosas, que al igual que nuestras células, también necesitan del hierro para multiplicarse.
En nuestra sociedad occidental, exceptuando el ámbito clínico (en la enfermedad, pacientes muy ancianos o en periodo de hospitalización), las enfermedades provocadas por desnutrición debido a la falta de alimentos no son muy frecuentes, a diferencia de lo que ocurre en los países en vías de desarrollo, dónde la desnutrición da lugar a la inmunosupresión, con la consiguiente susceptibilidad a las infecciones. Son más comunes deficiencias nutricionales a consecuencia de la proliferación de las “dietas milagro” o dietas altamente restrictivas en las que se suprimen grupos de alimentos, o de alteraciones de la conducta alimentaria. Estas deficiencias nutricionales también tienen una repercusión sobre la efectividad inmune.
Mediante una alimentación adecuada se puede favorecer la respuesta adaptativa de la persona en una determinada dirección y prevenir o reducir el riesgo de padecer una enfermedad.
La nutrición personalizada reduce la aparición de enfermedades crónicas
Las pandemias del siglo XXI tienen un carácter multifactorial, y los hábitos de vida saludables se han revelado como factores clave para su prevención y tratamiento. Existe una estrecha relación entre “nutrientes-expresión génica” en la respuesta la dieta, aunque también contribuyen de modo significativo otros condicionantes ambientales (estilo de vida, edad, etc.) en el desarrollo de determinadas enfermedades crónicas.
A través del conocimiento de las propiedades saludables de los distintos componentes alimentarios, de la genética individual, de la composición de la microbiota y de las alteraciones del estado de salud de la persona, es posible determinar qué alimentos pueden resultar más beneficiosos, tanto para el mantenimiento de la salud como para requerimientos más específicos, y establecer las bases de una nutrición personalizada.