El envejecimiento es algo que no se puede evitar y, en la mayoría de las ocasiones, viene ligado a una serie de alteraciones que provocan que la persona sea más frágil ante las enfermedades, entre las que se encuentra la desnutrición.
Estas alteraciones, que hacen que el anciano sea más vulnerable ante la desnutrición, pueden ser fisiológicas, sociales y psicológicas.
Precisamente, el sistema musculo-esquelético es donde se produce uno de los cambios fisiológicos más significativos. Durante el envejecimiento se produce una redistribución de la grasa que puede traer consigo dificultades para el mantenimiento de la temperatura corporal, cambios en el metabolismo de ciertos fármacos y complicaciones en algunas patologías, como la hipertensión y la hiperlipidemia.
En este sentido, la sacropenia es un decrecimiento en la síntesis y producción de proteínas, así como en el segregado de hormonas sexuales y anabólicas, provocando debilidad y pérdida de funcionalidad y fuerza.
Por eso, es importante destacar que el diafragma es un músculo esquelético que también se ve afectado por la sarcopenia y este músculo es indispensable para la ventilación pulmonar, por lo que al ser afectado la función respiratoria del anciano se ve perjudicada.
Además, existe una correlación entre la salud oral y la desnutrición. A esta edad es normal la presencia de enfermedades periodontales, un estado dental deficiente y la falta de piezas, que, en ocasiones, están sustituidas por prótesis en bastante mal estado, lo cual trae consigo la pérdida de apetito, así como dificultades en la masticación y la deglución.
Por el propio envejecimiento se produce un deterioro progresivo de dichas estructuras, generándose de esta manera una alta prevalencia de disfagia, considerándose, por ende, un síndrome geriátrico que afecta de un 7% a un 22% de la población anciana, aumentado estos valores en los ancianos institucionalizados incluso hasta un 78%.
En la actualidad uno de los métodos más utilizados en nuestro país para su diagnóstico es la exploración clínica de volumen-viscosidad, método que tiene que ser realizado en centros especializados, ya que la seguridad del paciente puede verse comprometida en la prueba de las diferentes texturas.
Por otro lado, en el sistema gastrointestinal se produce un descenso de la producción de saliva y jugo gástrico. Una reducción en el número de papilas gustativas produce una pérdida de apetito, sobre todo del gusto y el olfato, provocando un consume menor de alimentos y un aumento en el uso del azúcar y la sal.
También existen alteraciones psicológicas. La depresión y la demencia son dos de las principales causas del deterioro cognitivo en los ancianos, el cual conlleva a una disminución de la autonomía de las personas.
La depresión en la vejez se suele manifestar por una pérdida de ánimo y por la muestra de falta de interés para la realización de la ABVD, mientras que la demencia viene dada por cambios en la memoria, el habla o el estado de ánimo, entre otras.
Tanto la depresión como la demencia provocan cambios en los hábitos alimentarios que conllevan a la desnutrición del paciente.
La depresión y la desnutrición podría decirse que son como un círculo vicioso, ya que la depresión va asociada con riesgo de desnutrición, pero también se ha demostrado que la mayoría de las personas con desnutrición presentan sintomatología depresiva, esto podría deberse a la falta de algunos nutrientes que participan en el funcionamiento cerebral, encargándose de la trasmisión simpática.
En cuanto a las alteraciones sociales, en esta etapa de la vida se producen una serie de cambios, como la llegada de la jubilación, que traen consigo una disminución de los ingresos, lo cual influye a la hora de realizar la compra, y por tanto en lo que se come.
También la viudez y las modificaciones familiares, como la marcha de los hijos o nietos del hogar, que crean una sentimiento de soledad y tristeza, influyendo bastante en la nutrición.
A medida que se envejece es frecuente la aparición de diferentes enfermedades crónicas. La confluencia de varias de estas enfermedades hace que se tome una medicación que, normalmente, pasa también a ser crónica.
La polimedicación causa alteraciones nutricionales y digestivas en el anciano, ya que interfiere en la absorción y el metabolismo de algunos nutrientes y cambia la funcionalidad digestiva, además esta polimedicación también puede causar interacciones entre los propios fármacos y nutrientes.