La anestesiología y sus especialistas tienen múltiples fronteras con otros profesionales sanitarios. Su reconocimiento expreso es uno de los grandes retos de la especialidad, así como superar tabúes como el miedo, cuando se trata de procedimientos seguros llevados a cabo por profesionales. Hablamos con uno de ellos, el Dr. Alfonso Vidal, jefe de Anestesia y Dolor de varios centros del Grupo QuironSalud.
Dejando a un lado la pandemia provocada por la Covid-19 ¿cuál es la situación actual de los anestesiólogos en España? ¿A qué carencias se enfrentan?
La anestesiología es una especialidad fascinante, multimodal, poliédrica. La principal dificultad que encaramos es el reconocimiento de nuestras competencias de anestesiología, de reanimación, de tratamiento del dolor en todos los ámbitos. Hay muchas zonas limítrofes de actuación con otras especialidades, lo que se une al insuficiente número de profesionales. Una profesión tan dedicada como esta necesita gente realmente volcada.
Según su opinión, ¿cómo se podrían solucionar estas cuestiones?
La manera de resolver estas cuestiones es con voluntad, voluntad política de acuerdo, de consenso, que permita, en primer lugar, la consolidación de las competencias en atención crítica, las sedaciones (que se están produciendo dentro del ámbito hospitalario, pero fuera del área quirúrgica) y el ámbito del tratamiento del dolor, especialmente el dolor crónico, que afecta a un porcentaje muy amplio de la población.
En la sociedad, siempre ha existido un miedo generalizado a la anestesia ¿a qué cree que se debe esto?
El miedo a la anestesia realmente es el miedo a lo desconocido, el miedo al dolor, al sufrimiento, a perder el control, a la muerte. Ese miedo se ha encarnado en la anestesia, procedimiento que actúa aliviando cada uno de esos procesos, pero de alguna manera se nos ha señalado como si fuéramos los ejecutores, cuando en realidad somos los principales implicados en el confort y la seguridad de los pacientes. Creo que este miedo cada vez va siendo menor a medida que nuestra especialidad tiene relevancia social y la población comprende que la anestesia es un procedimiento seguro llevado a cabo por profesionales.
¿Qué le diría a un paciente que siente esos temores?
Le diría que confíe en nosotros, que somos profesionales con una sólida formación muy específica, con una alta cualificación en múltiples competencias de soporte vital, de canalización de vías aéreas, de vías venosas, de soporte farmacológico, de atención a situaciones críticas y que nuestra experiencia es una garantía de su seguridad.
¿Cuáles han sido los principales avances de la anestesiología como disciplina en los últimos tiempos?
La anestesia en sí misma ya es un salto absolutamente cualitativo, esto no es algo nuevo, tiene más de 100 años. Sin embargo, en las últimas décadas, la irrupción de nuevos medicamentos anestésicos, el mayor conocimiento de los efectos secundarios y la seguridad del paciente, para el abordaje de la vía aérea, de nuevos mecanismos de reconocimiento de los lugares de acción y también de las estructuras anatómicas mediante soporte de imagen ecográfica, de video laringoscopia, han permitido minimizar lo que antes era un riesgo absoluto sujeto al buen tino y la experiencia del anestesiólogo. A esto podríamos añadir los nuevos métodos de monitorización, como la pulsioximetría, la capnografía o los sistemas de monitorización de profundidad anestésica, que han incrementado de forma muy significativa la seguridad.
¿Qué avances quedan por llegar?
Cuanto más arriba subimos en la montaña, más largo es el horizonte que podemos divisar. Esto es lo que nos sucede, pensamos que hemos obtenido grandes progresos y sin embargo aún quedan muchas preguntas por responder. Por ejemplo, el dolor neuropático, aunque para eso los recientes premios Nobel nos han dado una pista excelente. La consolidación de la recuperación anestésica, la utilización de nuevos analgésicos y relajantes musculares, y la consecución de bloqueos analgésicos cada vez más circunscritos al área afectada, sin duda, son avances que están en marcha, pero que aún queda por conseguir.
Usted es un consumado especialista en el área del dolor ¿qué herramientas suelen emplearse para detectar las posibles causas y afrontarlo?
El dolor, como dicen las sociedades científicas, es una experiencia sensorial y emocional, por tanto debe valorarse desde un punto de vista lo más integral posible, empleando en primer lugar la historia clínica, lo que el paciente nos cuenta, y luego todo tipo de elementos diagnósticos complementarios, pruebas de imagen, analíticas y demás. Todas estas pruebas no pueden reemplazar la valoración de las características del dolor conforme las cuenta quien sufre, cómo afecta a su forma de vida, a su actividad laboral, a su relación con los demás… Y luego hay un aspecto que es igualmente importante: de qué manera vive el paciente ese dolor, porque no solamente nos importa la lesión, el daño, sino también cómo repercute en la vida de las personas. Esto es un elemento muy importante en nuestra práctica diaria
¿Por qué las mujeres son las más afectadas por el dolor, según indican algunos estudios?
El dolor crónico, según las estadísticas, afecta mucho más a las mujeres. Hoy en día no tenemos certeza de todas las razones, pero sí conocemos algunas. En buena medida depende del tipo de vida que han llevado gran parte de las mujeres, volcadas en trabajos muchas veces físicos y con duplicidad de tareas. Luego también repercute la modificación hormonal que se produce al finalizar la vida fértil, la retirada de esas hormonas modifica algo que sustenta las estructuras musculoesqueléticas, que hace al conjunto de las mismas más sensibles. Aparte, se han postulado algunas otras diferencias quizá relacionadas con la herencia genética, sin embargo, esto, a fecha actual, todavía es un tema francamente controvertido
En su opinión ¿cuáles han sido los avances más destacados relacionados con el tratamiento del dolor?
Sin duda lo fueron en su día los descubrimientos de los analgésicos mayores, de la morfina y los derivados, de los anestésicos locales, que no son hallazgos de nueva factura, pero han sido las grandes revoluciones en el tratamiento del dolor. A esto le podríamos añadir las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial, los nuevos modos organizativos, los procedimientos de radiofrecuencia y de neuromodulación… Son la punta de flecha del nuevo tratamiento del dolor, basado no solamente en la farmacología, en la química, sino también en la física o incluso en una combinación de ambas. Aún resta mucho por aprender. Como suelo apuntar “el mejor tratamiento es la prevención”. En esto también cada vez sabemos más, tanto los hábitos saludables de ejercicio, de posturas, de ergonomía, como también los alimentos y el descanso. El conjunto de la vida influye decisivamente en nuestra manera de enfermar y por supuesto en la manera de presentarse y afrontar el dolor.