Como punto de partida, ¿podría definir en qué consiste exactamente la psicología general sanitaria?
Este es un excelente punto de arranque, ya que es muy habitual que las personas que no se dedican profesionalmente a la salud mental no sepan distinguir entre las diferentes categorías, titulaciones y competencias de la psicología. Esto no es de extrañar, teniendo en cuenta que este tipo de información no se difunde ni se suele explicar correctamente a la población general.
No obstante, es muy importante resaltar las diferencias entre títulos como “psiquiatra”, “psicólogo general sanitario”, o “psicólogo clínico”, tanto a nivel de competencias, como a nivel legal. En esta diferenciación está la clave para poder optimizar la atención y cobertura de las necesidades de aquellas personas que solicitan nuestra ayuda profesional.
Abordar la figura del psicólogo general sanitario implica entrar en un jardín conceptual y metodológico que, a lo largo de los últimos años, ha sido fruto de un gran debate y de múltiples quebraderos de cabeza entre los organismos reguladores, las instituciones (públicas y privadas) y los profesionales y usuarios del sector en España.
Es más, por extraño que parezca no existe una definición clara de lo que es la psicología general sanitaria. Sin embargo, sí que existe una definición de las funciones que realiza el psicólogo/a general sanitario.
Para ganar en claridad, por tanto, definiremos la psicología general sanitaria como la rama de la psicología que ejerce el psicólogo/a general sanitario (PGS).
La definición de las funciones del Psicólogo General Sanitario se recoge en el BOE, en la famosa Ley en la que se reconoce por primera vez la figura del PGS; la Ley 33/2011, de 4 de octubre, General de Salud Pública:
«Corresponde al Psicólogo General Sanitario la realización de investigaciones, evaluaciones e intervenciones psicológicas sobre aquellos aspectos del comportamiento y la actividad de las personas que influyen en la promoción y mejora del estado general de salud, siempre que dichas actividades no requieran una atención especializada por parte de otros profesionales sanitarios».
En esta definición de carácter genérico y un tanto ambiguo en el establecimiento de funciones, nos encontraríamos aún con muchas incógnitas y con muchas «puertas abiertas».
Una de las implicaciones de la Orden ECD/1070/2013, de 12 de junio, es el establecimiento de las competencias que el psicólogo general sanitario debe obtener mediante la realización del Máster General Sanitario.
Apoyándose a la descripción aportada por la legislación vigente, Echeburúa (2012), propone cuatro competencias, que, desde mi punto de vista, muestran de una forma más clara y concisa cuáles son las competencias del psicólogo sanitario:
- Prevención primaria: integra el desarrollo de programas dirigidos hacia la educación para la salud; la detección de vulnerabilidades o factores de riesgo, en poblaciones específicas y el desarrollo factores protectores y fortalezas psicológicas de las personas.
- Prevención secundaria: contempla el apoyo e intervención psicológica ante el malestar emocional previo al desarrollo de la enfermedad mental. Aquí se incluyen aquellas intervenciones orientadas a trabajar la motivación para acudir a un tratamiento psicológico o servicio especializado.
- Prevención terciaria: incluye el desarrollo de programas de rehabilitación, de modificación de hábitos y/o de apoyo psicológico para aquellas personas que tienen problemas de salud, mejorando su calidad de vida y su bienestar emocional.
- Prevención cuaternaria: Incluye prácticas que pretenden reducir o eliminar las consecuencias de las intervenciones innecesarias o excesivas del sistema sanitario.
Al hilo de todo lo anterior, las tareas del PGS nacen de la psicología clínica y de la psicología de la salud y, por tanto, los psicólogos generales sanitarios deberíamos tener conocimientos de ambos campos.
A partir de aquí se han generado múltiples discusiones en torno a la figura del Psicólogo General Sanitaria, la psicología en el ámbito sanitario y más en lo que al ámbito público se refiere.
Entonces, ¿cuál es la diferencia entre un psiquiatra, un psicólogo, un psicólogo general sanitario y un psicólogo clínico?
Tal vez esta sea la confusión más habitual, entre dos tipos de profesionales dedicados a la salud mental cuyo itinerario formativo parte de dos vías académicas diferentes.
En más de una ocasión, tanto en el ámbito profesional como hablando con familiares o amigos, me he encontrado con personas que habían acudido a la consulta de un profesional (en servicios públicos o privados) y no sabían responder si este era psicólogo o psiquiatra. Veamos, a grandes rasgos, cómo distinguir a psicólogo de un psiquiatra:
- Psiquiatra: la psiquiatría es una especialidad de la medicina, al igual que la cardiología, la neurología o la medicina familiar. Para obtener el título, el profesional tiene que estudiar medicina y luego la formación MIR de psiquiatría. Al ser una profesión médica, un psiquiatra puede recetar medicamentos. Se reconoce su actividad como sanitaria y, por lo tanto, está capacitado para atender a personas con problemas de salud mental, asumiendo competencias de evaluación, diagnóstico y tratamiento.
- Psicólogo: el título de psicólogo se obtiene mediante grado universitario (antigua licenciatura. No se trata una especialidad médica, lo que implica que, en el contexto sanitario español actual, un psicólogo NUNCA puede facilitar una receta.
El psicólogo dispone de diferentes modelos teóricos (cognitivo-conductual, sistémico, humanista, etc.) para llevar a cabo estas tareas de investigación, evaluación, intervención y acompañamiento.
Los psicólogos somos conscientes de la influencia de los fenómenos biológicos en los problemas humanos, pero también lo somos de que mediante un tratamiento psicológico (es decir, mediante el uso de la palabra, que no de la “charla informal”) podríamos facilitar la solución de muchos de estos problemas y modificar, al mismo tiempo, ciertos fenómenos fisiológicos.
¿Qué tipos de psicólogos existen y pueden ejercer en la actualidad?
Aquí hablamos de los psicólogos formados en las universidades con la realización del Máster General Sanitario (MPGS).
En esta categoría podemos añadir a aquellos psicólogos son profesionales que han convalidado sus estudios y su práctica profesional en el COP hasta de octubre de 2014 y han obtenido, por tanto, su con habilitación sanitaria.
Psicólogo Especialista en Clínica. Los especialistas o psicólogos clínicos, formados por el Sistema Nacional de Salud, a través del programa de formación de psicólogos internos residentes.
En cuanto a las funciones o competencias profesionales que realiza el psicólogo especialista en clínica se incluirían las de: “la evaluación, el diagnóstico, el tratamiento y la rehabilitación de los trastornos mentales, emocionales, relacionales y del comportamiento”.
Psicólogo Sin Habilitación Sanitaria y en Ejercicio Libre. Aquí encontramos a todos los psicólogos que han obtenido en grado o licenciatura en psicología. Este título no nos habilita, por sí mismo, para el ejercicio de la psicología sanitaria, pero sí para el ejercicio de la psicología.
No obstante, según señala la Asociación Profesional de Psicólogos en Ejercicio Libre, cualquier profesional de la psicología puede ejercer las funciones profesionales que le competen (evaluaciones psicológicas e intervenciones psicológicas) de acuerdo al modelo teórico que haya elegido y empleando aquellas técnicas que cuenten con respaldo científico suficiente, en cualquier localidad del estado, bajo las siguientes circunstancias: tener el título de Licenciatura o Grado, estar colegiada/o, tener un seguro de responsabilidad civil, emitir las facturas correspondientes por los servicios prestados y cumplir con la LOPD.
La pregunta que ahora nos asaltaría a todos es… “Creo que tengo una dificultad o un problema que no logro resolver. ¿A qué profesional debería acudir? ¿Cuándo debe una persona acudir a un psicólogo general sanitario, por ejemplo?”
Puede que estas aclaraciones conceptuales y metodológicas, sigamos sin tener claro qué profesional podríamos necesitar nosotros (o tal vez nuestro amigo, nuestra prima, nuestro hijo o nuestra madre).
De una manera muy sintética, podemos decir que, si una persona sufre algún tipo de malestar, dificultad o problema psicosocial que afecta su vida familiar, su práctica laboral, sus relaciones sentimentales o sociales y su bienestar emocional general, podría mejorar su salud (bio-psico-social) mediante asesoramiento y un programa de acompañamiento guiado por un psicólogo general sanitario.
Un psicólogo general sanitario puede ayudarnos a gestionar y mejorar nuestras dificultades de toma de decisiones, de manejo del cambio, de resolución de conflictos y problemas, de dependencia emocional, de asertividad, autoestima, de gestión de emociones, etc.
Si nos encontramos ante un cuadro clínico de ansiedad, depresión, psicosis o problemas vinculados con las fobias, trastornos de la conducta, la hiperactividad, la anorexia, la bulimia, etc. que condicionan seriamente nuestro día a día, sería preciso consultar nuestro malestar con un psicólogo clínico. De esta forma podríamos comenzar un tratamiento que nos permita afrontar, de la manera óptima, estos síntomas o el sufrimiento derivado que experimentamos.
Si buscamos un enfoque de terapia que pueda apoyarse en el uso de fármacos, puede ser aconsejable consultar con un psiquiatra; otro especialista de cabecera en el afrontamiento de problemas de salud mental.
Para otras consultas sobre psicología en general, no relacionadas con actividad sanitaria, podríamos consultar con un psicólogo.
Todas estas opciones y prácticas profesionales no son necesariamente excluyentes. En muchas ocasiones, los profesionales de la psicología y la salud mental trabajamos en red a lo largo del proceso de evaluación e intervención de este tipo de dificultades.
Hay personas que consideran que pedir ayuda ante un problema significa que son más débiles que otras personas. ¿Considera que ese es uno de los principales obstáculos para que una persona se acerque a un psicólogo?
Al hilo de esta pregunta, Javier Cid, columnista de El Mundo afirma que «Hay que estar muy cuerdo para cruzar el umbral de la consulta de un psicólogo por primera vez.
¿Cuántas veces hemos escuchado que la psicoterapia es para los locos? Como si consultar a un psicólogo fuera un acto de extrema debilidad, pero no de inteligencia e, incluso, de valentía.
Es cierto: no es proceso fácil despejar brumas, miedos, mitos y resistencias en torno a la figura del psicoterapeuta.
Es muy habitual encontrar resistencias del tipo: ¿Cómo voy a contarle a un completo desconocido los desmanes más atolondrados de mi mente?
Cruzar esa puerta, que nos conecta con el psicólogo (que, de entrada, es un completo desconocido), es el mayor acto de valentía, sin duda.
Al mismo tiempo, creo firmemente que este es un sano acto de apertura que arranca una relación única, (profesional y pagada, en la mayoría de los casos, eso sí). Este vínculo psicólogo-paciente se va construyendo y guisando progresivamente en un ambiente de aceptación, seguridad y confianza que puede conducirnos a disfrutar de un montón de beneficios de bienestar.
Hay momentos difíciles y críticos que podrían llevarnos, casi como último recurso, a la silla o diván del psicólogo. No obstante, creo que no deberíamos llevarlo tan al límite. Deberíamos tomar la decisión de comenzar un proceso de cambio personal antes de que llegue una crisis o un problema que ponga a prueba toda nuestra fortaleza psicológica o que nos haga tocar fondo.
Creo que la visita al psicólogo debería ser como ir al gimnasio, una práctica que nos mantiene saludables, fuertes y estables a nivel emocional; no necesariamente una cura o solución límite, cuando la crisis o la enfermedad mental ya se ha desatado.
Los psicólogos sanitarios y clínicos podemos ser como “entrenadores de fortaleza psicológica” que facilitan la adquisición de habilidades y recursos para el desarrollo de nuestro máximo potencial en la vida (sin tener muy claro si realmente existe un tope para esto).
En esta fascinante aventura por desarrollar nuestro máximo potencial vital, podremos visualizar el espacio de psicoterapia como una oportunidad única para:
- Compartir una cita con nosotros mismos para ordenar, priorizar y ganar en claridad sobre diferentes asuntos vitales, como protagonistas de nuestro escenario.
- Conocernos, aceptarnos, querernos y mimarnos un poquito más.
- Identificar y reestructurar nuestras creencias limitantes para poder apostar por una mentalidad más sana, más sana y más fuerte.
- Mejorar nuestras relaciones con nuestra pareja, nuestros padres, nuestros amigos, nuestros hijos, nuestros jefes, etc., mediante el entrenamiento de habilidades sociales, asertividad, resolución de conflictos, etc.
- Aligerar el peso de emociones y actitudes negativas (como la ira, la tristeza, la desesperanza, la crítica, etc.) sustituirlas por actitudes y emociones más positivas (como la gratitud, el perdón, la alegría, la aceptación, el optimismo, la compasión, etc.).
- Gestionar duelos y todo tipo de pérdidas (laborales, relacionales, personales, etc.).
- Lograr más confianza en nuestras decisiones y nuestros cambios de rumbo.
¿Cuáles son los problemas más habituales que las personas llevan a consulta?
A lo largo de mi andadura profesional dedicada a incentivar el cambio y mejorar las competencias psicológicas en individuos y organizaciones, he podido facilitar los procesos de desarrollo a muchas personas y, a la vez, atesorar una experiencia propia rica y provechosa.
En mi consulta de psicoterapia y coaching (presencial y online) registro todos los días muchas conversaciones, mensajes y ecos de pacientes con preocupaciones muy habituales. Si tuviera que hacer un ranking con las dificultades más comunes que comparten mis clientes, el resultado sería algo así:
- Estancamiento e
insatisfacción profesional, con mensajes de este tipo:
- “No estoy a gusto con mi trabajo: no me gusta lo que hago y no me pagan lo suficiente.
- “Siento que no avanzo, ni profesional ni económicamente”.
- Crisis de pareja,
con mensajes de este tipo:
- “Creo que debo hacer algo porque mi pareja no da para más…”
- “Siento que estoy en la cuerda floja y no sé si separarme”.
- Dificultades
relacionales con familiares, clientes, jefes, amigos, vecinos, parejas, hijos,
etc., con mensajes de este tipo:
- “Me cuesta horrores decir NO a la gente y sé que tengo que aprender a poner límites más a menudo”.
- “Tengo problemas para relacionarme. Y eso me genera, a su vez, otras dificultades en mi vida”.
- Dificultades de
crianza y desbordamiento por la paternidad, con mensajes de este tipo…
- “Uf! ¿Dónde está el manual de instrucciones de la paternidad? No sé cuál es la mejor manera de educar a mis hijos y me da miedo cagarla”.
- Inseguridad, baja
autoestima y falta de confianza personal:
- “Sé que tengo razón y que tengo muchos argumentos a mi favor, pero no sé cómo pedir una subida de sueldo”.
- “Soy un experto en este tema, pero me bloqueo cada vez que tengo que dar una ponencia”.
En mi muestra de pacientes adultos, e incluso, entre mis pacientes más jovencitos, descubro cómo estos son las dificultades que más se repiten y que más quebraderos de cabeza nos generan. Son dificultades a gestionar que nos sacuden a todos pero que, cuando convierten en crónicos, desembocan invariablemente en una crisis, que puede llegar para quedarse mucho tiempo, y, a veces, para siempre.
Sea cual sea el conflicto que se arrastre de ese ranking (algunos pueden arrastrar más de uno, claro), todas esas personas tienen una característica en común: necesitan cambiar. Sienten que lo que hicieron hasta el momento sirvió de poco o no sirvió para nada. Creen que tomaron el camino equivocado y necesitan girar hacia otro lado, tomar algún atajo o circular en la dirección contraria.
¿Hay alguna técnica para lidiar mejor con nuestra ansiedad y nuestras preocupaciones?
AnxietyUK nos sugiere practicar la técnica «Apple» para que aprendamos a lidiar con nuestra ansiedad y nuestras preocupaciones. Las cinco pistas que deberíamos seguir son…
- Reconocer (Acknowledge): observemos y reconozcamos la incertidumbre que acuden a nuestra mente.
- Pausar (Pause): Hagamos una pausa y respiremos, evitando cualquier reacción automática habitual.
- Retirarnos (Pull back): Soltemos lastre y aligeremos el peso de nuestros pensamientos y preocupaciones, quitándoles credibilidad.
- Deja ir (Let go): Dejemos ir el pensamiento o el sentimiento.
- Explorar (Explore): Exploremos nuestro momento presente, observando nuestra respiración y nuestras sensaciones, regulando y cambiando el foco de nuestra atención.
- ¿Qué consejos daría para lograr un mayor bienestar psicológico?
No hay recetas infalibles para lograr mayor bienestar psicológico, pero creo que donde situamos el foco de nuestra atención es la clave a la hora de manejar retos y situaciones difíciles.
En estos momentos, de hecho, todos estamos haciendo un esfuerzo enorme por intentar manejar lo inmanejable y mantenernos a flote con la mejor actitud.
Es lógico frustrarnos ante la fatalidad, pero debemos tener mucho cuidado con bajar los brazos y entrar en el «bucle de la queja y la indefensión».
Viktor E. Frankl nos diría que “cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”.
La mejor forma de gestionar la incertidumbre actual es, por tanto, que mantengamos nuestra atención en aquello que está en nuestras manos.
Al hilo de lo anterior, es fundamental, por tanto, que nos “ocupemos” de manera «efectiva».
- Supongo que, en esta situación, tiene un papel muy importante la terapia online, ¿no?
Efectivamente. En tiempos de cononavirus ha aumentado la demanda de terapia online.
Si creemos que necesitamos apoyo para superar esta crisis, es mejor que evitemos el riesgo de cronificar nuestro estrés, incrementando conductas obsesivas, induciendo conductas desajustadas que no nos permiten manejar nuestra situación con eficacia.
Si se nos hace bola la convivencia con el virus, lo mejor será contactar con un profesional de la psicología.
Los psicólogos tenemos el conocimiento y la capacidad para ayudar a las personas a ganar en calma, fortaleza y bienestar emocional.
Creo que estos días, para amortiguar la distancia y recibir apoyo, calor o unas “orejas extra”, todos hemos recurrido al uso creciente de Skype de videollamadas por Whatsapp u otro tipo de plataformas y redes sociales.
Este amplio abanico de herramientas también nos permite realizar terapia online de calidad desde casa, incorporando los beneficios de esta modalidad (comodidad, ahorro de tiempo, accesibilidad, anonimato, comodidad, personalización y adaptación a nuestros ritmos de vida, etc.).
A la hora de buscar un centro o clínica de psicología que nos permita apostar por la modalidad de terapia online, lo ideal es que comprobemos que sea un lugar de confianza, con profesionales del sector titulados y con experiencia.