Como cada 29 de septiembre, hoy es el Día Mundial del corazón. El corazón es el centro de la vida y no solo porque bombee sangre… También es el centro de nuestro mundo emocional y es la puerta hacia nuestra sabiduría interna… la intuición.
Nuestro corazón empieza a latir por sí solo a los 20 días tras la concepción, convirtiéndose en el centro de la vida. Hoy haremos un recorrido por el corazón físico y también por el corazón emocional. ¡Acompáñame!
El corazón físico
El peso del corazón es de 200 – 400 gramos. Se ha llegado a calcular que el corazón da unos 100.000 latidos al día, lo que se resume en unos 42 millones de latidos al año.
El corazón produce dos tipos de movimientos: sístole y diástole. La sístole es la contracción del corazón que permite la distribución de la sangre por todo el cuerpo mientras que la diástole es la relajación del corazón que permite la entrada de sangre al miocardio por las venas. Aparece cada dos sístoles.
La presión arterial es un indicador de la presión que ejerce el corazón en las paredes de las arterias para distribuir la sangre por todo nuestro cuerpo.
Este órgano que nunca descansa, también queda alterado por nuestro estilo de vida y las emociones que sentimos habitualmente. Las enfermedades cardiovasculares son las patologías más comunes en los países desarrollados.
El ritmo al que funciona nuestro corazón, queda determinado por nuestra dieta, el ejercicio físico que hacemos, el consumo de alcohol o tabaco, pero también por el estrés que sentimos y por nuestras emociones, que son capaces de alterar los patrones de funcionamiento del corazón.
Por eso creo que no podemos separar al corazón físico del emocional, porque ambos se retroalimentan.
Se ha estudiado la relación entre depresión y ansiedad con las enfermedades cardiacas y cardiovasculares y aunque es complicado establecer una relación de causalidad entre emoción y patología cardiaca, existe una cardiopatía cuya causa es claramente emocional.
La miocardiopatía por estrés o síndrome de Takotsubo, se produce por una disfunción sistólica aguda y transitoria que puede confundirse con la insuficiencia cardiaca aguda. La causa principal de este síndrome, es la presencia de estrés psíquico-emocional o físico (Fontana, A., et al., 2019). El tratamiento suele ser permitir que el propio miocardio recupere su funcionalidad una vez superada la situación de estrés (Martín Arias, A., 2018).
El estrés es una fuente importante de enfermedades del corazón por varias razones:
- La liberación prolongada de catecolaminas (adrenalina y nor-adrenalina) propias del estrés crónico, pueden dañar los vasos sanguíneos, aumentando el riesgo de hipertensión arterial, accidente cerebrovascular y ataque al corazón (Greenberg, M., 2016).
- La inflamación crónica del organismo (proceso que se desarrolla durante el estrés crónico, donde se segregan citoquinas pro-inflamatorias para mantener el cuerpo protegido ante un posible daño), contribuye a la aparición de las enfermedades cardiovasculares. Se cree que están implicados los linfocitos T y B y las células Natural Killer (Nosalski, R., McGinnigle, E., Siedlinski, M., Guzik, T.J., 2017).
- Diversos estudios demuestran que la capacidad adaptativa de la persona a las situaciones estresantes, es clave para reducir el riesgo de ictus (Ramírez-Moreno, J.M., Muñoz Vega, P., Espada, S., Alberca, S.B., Aguirre, J., Peral, D., 2017).
- El estrés altera el funcionamiento de nuestro sistema nervioso autónomo, modificando la variabilidad de la frecuencia cardiaca, el espacio de tiempo que transcurre entre cada latido del corazón. Los estudios indican que una elevada variabilidad de la frecuencia cardiaca (más espacio de tiempo entre un latido y el siguiente), es señal de salud. Mientras que una baja variabilidad de la frecuencia cardiaca, se asocia a enfermedad.
Mente y cuerpo están conectados más profundamente de lo que pensamos y el corazón nos lo demuestra, especialmente a través de la neurocardiología, que ha descubierto que nuestro corazón posee al menos 40.000 neuronas que se comunican con áreas muy específicas de nuestro cerebro, implicadas en las emociones, su regulación o incluso en la toma de decisiones.
Lo curioso de estas neuronas cardiacas, el 80% de las fibras que conectan el cerebro y el corazón, son aferentes, es decir, que el corazón envía más información al cerebro que al contrario.
Por eso debemos cuidar nuestras emociones, regularlas y aprender a gestionar el estrés, porque está en juego no solo nuestra salud mental, también lo está nuestra salud física.
El corazón emocional
Los descubrimientos de la neurocardiología, han dado un vuelco a la idea que teníamos del corazón, porque de repente se ha vuelto inteligente, se ha convertido en la sede de una inteligencia antigua, porque es la sede de nuestra intuición.
La frecuencia a la que late nuestro corazón, es un indicador de la salud de nuestro sistema nervioso autónomo y se ha observado que las emociones agradables (amor, alegría, esperanza, empatía, compasión, gratitud) producen un ajuste en la frecuencia cardiaca por una activación del sistema nervioso parasimpático, que relaja el cuerpo y la mente. Estas emociones tienen la capacidad de promover una presión arterial equilibrada.
El poder del corazón va mucho más allá de nuestro cuerpo, porque desde nuestro pecho, nace un campo electromagnético que va más allá de nuestra piel. Este campo energético transporta información emocional de nuestro estado anímico que es percibido por otras personas o incluso animales, aunque de manera inconsciente.
Recientemente me he estado formando en coherencia cardiaca, que no es otra cosa que entrenar nuestro corazón y sistema nervioso para que funcione de manera óptima. Y para este entrenamiento, hay tres elementos esenciales:
- Respiración: Nuestra respiración y el corazón, están íntimamente conectados. Cuando inspiramos activamos nuestro sistema nervioso simpático (encargado de activarnos) y cuando espiramos, activamos el sistema nervioso parasimpático (encargado de relajarnos). Por eso la respiración es clave para equilibrar nuestro sistema nervioso.
Para crear coherencia en nuestro corazón y mente, podemos practicar una respiración donde inspiremos 5 segundos y donde espiremos 5 segundos. De esta manera crearemos una frecuencia resonante en nuestro corazón de 0.1 Hz, indicador de equilibrio en nuestro sistema nervioso.
- Atención: Hacia donde llevamos nuestra atención, dirigimos toda nuestra energía. Por eso es interesante dirigir nuestra atención hacia el centro del pecho, conectado con el corazón, mientras que respiramos a ese ritmo de 5-5.
- Emoción: Por último, sentir emociones agradables que nos llenan de energía, nos ayuda a crear una mayor coherencia, lo que se traduce en un funcionamiento óptimo de nuestro corazón. Rescata la gratitud, la compasión, el amor y la alegría y siéntelas desde tu corazón.
Como has podido comprobar, el corazón es mucho más que un músculo y mucho más que una bomba de sangre.
El corazón es el centro de tu vida. Cuídalo.
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Fontana, A., et al. (2019). Miocardiopatía por estrés. Análisis de 17 casos. Revista Argentina de Medicina; 7(1):3-9.
Greenberg, M. (2016). The stress-proof brain. Oakland, New Harbinger Publications Inc.
Martín Arias, A. (2018). Síndrome de Takotsubo. Revista argentina de Cardiología; 86:160.DOI: 10.7775/ rac.es.v86.i2.13208.
Nosalski, R., McGinnigle, E., Siedlinski, M., Guzik, T.J. (2017). Novel immune mechanisms in hypertension and cardiovascular risk. Current cardiovascular risk reports; 11(4):12. DOI: 10.1007/s12170-017-0537-6.
Ramírez-Moreno, J.M., Muñoz Vega, P., Espada, S., Alberca, S.B., Aguirre, J., Peral, D. (2017). La autopercepción del estrés psicológico se asocia con el ataque isquémico transitorio e ictus minor. Un estudio de casos y controles. Neurología. DOI: 10.1016/j.nrl.2017.09.012.
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